Bibiana Mercado es la editora de la publicación 'Mujeres que Reconcilian'
El libro ‘Mujeres que Reconcilian’ fue presentado en la Feria del Libro, en un evento, al que asistieron la mayoría de protagonistas y escritoras. Bibiana Mercado, editora de la publicación y asociada de Consejo de Redacción, habla sobre este proyecto de reconciliación.
El proyecto editorial fue liderado por la directora de Fucsia, Lila Ochoa, quien, junto a Reconciliación Colombia, ONU Mujeres y Suecia, emprendieron el proyecto de contar grandes historias de empoderamiento de mujeres que le apuestan a impulsar ejercicios de memoria, construcción de paz y de reconciliación en el país; 10 mujeres que en contextos muy difíciles han cambiado el destino de sus comunidades.
‘Mujeres que reconcilian’ es una publicación que recoge en cinco capítulos testimonios de mujeres valientes, que desde la cultura, la memoria, la política, la economía, el trabajo comunitario, están transformando la sociedad.
“Queríamos poner un granito de arena en este proceso de paz que con tantas dificultades está saliendo adelante. (...) La misión es contar el otro lado de la moneda, las historias de las mujeres que han logrado cambiar su comunidad, que han sobrevivido a la persecución, a la pérdida de sus seres queridos, dedicando su vida a construir en medio de esta guerra inútil en que estamos embarcados hace más de 50 años” aseguró Lila Ochoa durante el lanzamiento.
Las historias fueron escritas por periodistas colombianas. Durante la presentación del libro, cada historia fue presentada por su protagonista y escritora, en la mayoría de los casos.
Patricia Lara, Jineth Bedoya, Claudia Palacios, Marta Ruiz, Alicia Mejía, María Elvira Arango, Melba Escobar, Julia Alegre, María Jimena Duzán y Bibiana Mercado narran las historias de María Ruth Sanabria, Belkis Izquierdo, Daniela Konietzko, María Emma Willis, Conchita Iguarán, Josefina Klinger, Alejandra Borrero, Mariana Pajón, Leonor Esguerra y de las mujeres chaparralunas.
Bibiana Mercado, editora de la publicación, y asociada de Consejo de Redacción, habla sobre el proceso de producción, del proyecto y del seguimiento que se le dará:
¿Cuál es la importancia de proyectos como 'Mujeres que Reconcilian' para la sociedad que ahora vive una transición hacia el posconflicto?
El proyecto 'Mujeres que Reconcilian' se propuso unir mujeres de distintas geografías (Chocó, Arauca, Tolima, etc.); de distintos ambientes (rural y urbano); de distintas disciplinas (social, académico, económico, artísticas, deportivas); y de distintas clases sociales (empresarias, veredales) con el fin de poner en evidencia que las mujeres hacemos aportes a la construcción de paz y reconciliación indistintamente de dónde estemos y lo que hagamos.
La idea es que con estos 10 casos veamos que hay un camino que muchas mujeres ya han venido construyendo y que podemos seguir.
¿Cuáles fueron los desafíos al momento de buscar, reunir y producir estas historias?
El periodismo siempre tiene el dilema de elegir una historia. Para el caso de este proyecto fue elegir 10 historias. Estos 10 casos tenían que reunir ese universo que quería ser representado. Hubo casos de mujeres muy valiosas que se quedaron por fuera. También fue difícil no sucumbir a la tentación de elegir mujeres famosas por mujeres anónimas. La idea del libro era ayudar a visibilizar casos no conocidos y juntarlos con mujeres más taquilleras como Mariana Pajón y Alejandra Borrero que arrastran público a su lectura.
Estas historias son solo un fragmento de tantas historias de colombianas ejemplos de reconciliación. ¿Cómo se puede dar continuidad al proyecto?
Ese sí es un tema grueso. La idea es darle mucha difusión al ejercicio que se hizo, no tanto por el libro mismo, como por el Espíritu que lo impulsó. Ver cómo el periodismo puede hacer esfuerzos por juntar cosas que, en apariencia, no tienen nada que ver y que pueden potenciar su impacto para construir un país distinto al que hemos sido y somos.
Esta fue la presentación de Josefina Klinger, durante el lanzamiento del libro, una lideresa chocoana que ha logrado crear un modelo ecoturístico en Nuquí, Chocó, tierra dejada atrás por el desarrollo y la inversión.
Lo que hice fue hacer un acuerdo conmigo misma, porque crecí en un territorio estigmatizado por la pobreza, por la escasez y que en el imaginario nuestro, de los colombianos, todavía sigue viéndose como un territorio con una reserva natural que todo el mundo siente el derecho de saquear. Y el problema no es cómo te veas, sino como asumas verte.
Decidí, hace unos años, que el mejor escenario de reconciliación era mi propio ser, porque es en el propio ser donde también se tejen las guerras, que están alimentadas generalmente por los miedos aprendidos y que socialmente son alentados y alimentados por la lógica social que hemos construido. Ese es el primer escenario reconciliación.
¿Cómo lo hice? Porque yo una mamá que tiene hijos aguantando hambre (duro), pensaba que el último territorio a que tendría que ir era Nuquí, dije ‘allí solo se quedan los fracasados’. Pero volví y muchas cosas que me cambiaron la vida.
A partir de ese momento decidí hacer algo, cambiar esa mirada que tenía de ese territorio, esos miedos aprendidos, de que para ser bonita tenía que tener el prototipo de una mujer blanca, con ojos claros, con el pelo lacio. Hasta hace unos años me rapaba, pero ya estoy haciendo un viaje heroico para sacar esta guerrera, que tuvo que guerrear ese territorio, para construir su feminidad, entonces estoy en una reconciliación, por eso me van a ver de falda hoy.
Lo que tuve que hacer fue reconciliarme, descuaderné mis propios miedos para poder relacionarme con el otro. Entendí que tenía que curtir mi carácter para poder no aceptar lo incorrecto, porque vivo en un territorio en donde todos los días veo cómo parten las tajadas, y debo mantener una postura para poder romper con ese paradigma. Los principios y lo valores no son negociables en ninguna relación de vida conmigo.
Y con el dinero hay que tener su justa dimensión, porque cuando uno no ha tenido la opulencia como aliada, tienes que volverte muy serio en lo que manejas, pero además volverte muy creativo, sobretodo entender que esto no se construye solo. Aprendí a hacer alianzas estratégicas, con mi gente y con la gente de afuera, pero sólo establezco relaciones horizontales, porque las relaciones verticales cansan y no son sostenibles, entonces sólo me relaciono desde el espíritu con los seres humanos, me relaciono con los demás para poder llevarles las oportunidades a la comunidad, entendí que tenía que jugar mi papel de anfitrión. Tenía que respetar las leyes universales.
Generalmente creemos que este es un tema de quién se ve más, de cuántos títulos acumulamos. Mi universidad ha sido la calle, ha sido el mar, ha sido la selva, fui madre a los 17 años, sin oportunidad de ir a estudiar, yo aprendí, cuando vi como el estudio se ha convertido en el salvoconducto para seguir engañando a la comunidad, que estudiar ya no inspira. Ir a la academia ya no me inspira, me sigue inspirando poder hacer alianzas con los que ya han estudiado, pero yo no perder el control de lo que quiero en ese territorio.
Lo otro que hice es que escuchaba los mensajes de homogeneizarnos permanentemente, y entendí que el verdadero valor estaba en la particularidad, la negrura, lo femenino, ser campesina le agrega valor, no es lo que le da el derecho. Entonces no trabajo y no hago luchas desde la rectificación de mis derechos, porque cuando empiezo a reclamar los derechos ya había aceptado que los perdí, y puedo estar en la peor las situaciones y las circunstancias, pero jamás he perdido el derecho y por eso siempre lo mantengo.
¿Qué hemos hecho nosotros? Hoy administramos servicios turísticos del parque nacional natural, que mientras nos pasaban las balas por la cara, mientras los secuestros se volvían el pan de cada día, nosotros estuvimos en esos territorios, construyendo un sueño, que era hacer turismo sostenible, y lo vamos a seguir haciendo, con firmeza, con cariño, con amor, pero lo vamos a seguir haciendo.
-
Temas Relacionados: