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Camuflados, asesinados por el Ejército Nacional

En términos noticiosos, los falsos positivos de Soacha son los más destacados en el país, reconocer a través de historias los demás falsos positivos que sufrieron los jóvenes en Colombia es una tarea importante para la reconstrucción de memoria.

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Camuflados, asesinados por el Ejército Nacional
Octubre 24 de 2019

"Camuflados, asesinados por el Ejército Nacional" es un libro que libró varias batallas para ser publicado. Entre los falsos positivos de Soacha y los demás territorios del país hubo un modus operandí en común, pero esta investigación relata más estrategias de estos crímenes. Hablamos con uno de sus autores, quien es asociado de Consejo de Redacción, Andrés Córdoba, quién nos comentó cómo hizo la investigación y lo nuevo que se viene.

Resumen

Familiares y amigos relatan la historia de cuatro jóvenes de la Comuna Siete de la ciudad de Popayán, quienes viajaron hacia el departamento de Córdoba en busca de oportunidades laborales. Sin embargo, lo único que encontraron fue la muerte. Fueron asesinados por miembros del Grupo Gaula de Córdoba, quienes los reportaron como delincuentes al servicio del narcotráfico. El libro se divide en cuatro apartados. El primero desarrolla una crónica de largo aliento; el segundo, analiza el tratamiento periodístico que los medios de comunicación le dieron a este caso; el tercero hace referencia de manera general a la información encontrada en las organizaciones sociales. Finalmente, el cuarto, hace un análisis detallado de los registros judiciales que hicieron parte de la investigación.

¿Con qué metodología realizaste la investigación? 

Este trabajo periodístico recurrió principalmente a dos métodos: la investigación documental, basada en la revisión de archivos de la Fiscalía, CTI, Medicina Legal, archivos de los medios locales, regionales y nacionales (radio, prensa y televisión), así como informes de diferentes organizaciones de Derechos Humanos. El otro fue la entrevista, que se realizó a los amigos y familiares de las víctimas, a los presuntos reclutadores, directores de organizaciones de derechos humanos, académicos y otras fuentes que siempre pidieron la reserva de su nombre.

Tanto la investigación documental como las entrevistas, fueron debidamente sistematizadas en fichas, y a partir de esto, se generó una línea de tiempo para establecer la cronología de los hechos y determinar los elementos más relevantes en los cuales se debía profundizar para tener un trabajo completo.

 

¿En algún momento sentiste que tu trabajo o incluso tu vida corrió peligro por investigar los falsos positivos de Popayán? ¿Podrías recomendarnos algunos consejos de seguridad para periodistas?

Sin duda hubo muchos riesgos. Se debe tener en cuenta que este trabajo, la investigación como tal, se realizó entre el año 2011 y 2012, cuando estaba culminando mis estudios profesionales en Comunicación Social y Periodismo en la Universidad del Cauca. A pesar de que ya escribía para medios locales y que tenía un poco de experiencia, este era mi primer trabajo de periodismo de investigación.

¿Qué sucedió? A pesar de los contactos que tenía en la región, ningún medio nos brindó su apoyo. Intentamos tocar puertas en los medios nacionales, pero tampoco hubo buenos resultados, incluso, nos dijeron (a mis dos colegas-coautores y a mi) que era inviable y que estábamos locos. Sólo dos personas que creyeron en el trabajo.

Para ese entonces ya era asociado de Consejo de Redacción (CdR) y José Luis Novoa, quien asumía el papel de director ejecutivo, me recibió en una de las primeras oficinas que tuvo la organización en la Universidad Javeriana. Me escuchó y no dudó en que la propuesta tenía potencial (también lo acompañaba Miriam Forero). Así que me dio unos cuantos consejos y me alentó a seguir. La otra persona que trató de orientar la naciente investigación fue la maestra María Teresa Ronderos, sus voces de aliento fueron importantes. Meses después, cuando ya había arrancado el proyecto periodístico, también recibí las recomendaciones de Fabio Posada y Ginna Morelo, a quienes también agradezco por sus aportes.

Todo este preámbulo para explicar que la investigación nació y se desarrolló con muy poco apoyo. Sin un medio que nos respaldara, sin recursos, pero sí con mucha pasión. Nos denominamos periodistas independientes. Los riesgos que atravesamos fueron muchos, pero hubo dos que pudieron costarnos la vida. Uno de ellos, fue cuando una fuente anónima en Bogotá accedió a darnos su información: algunos archivos. El equipo decidió que solo uno de nosotros viajaría por cuestión de recursos, los otros dos estarían pendientes de todo. No sabíamos mucho de esta persona. Uno de los viajes lo hice yo.

Una vez llegué a Bogotá, tuve que ir cerca de las 10 de la noche a un apartamento por los documentos. Estaba completamente solo y era muy tarde. La fuente siempre se mostró tranquila y cordial. Pero me intrigó que hiciera afirmaciones como “ustedes saben mucho, para qué quieren más”; “tranquilo, yo soy de los buenos”. Luego dijo que no recordaba si tenía los documentos, pero después fue a una habitación a buscarlos. Se demoró. Fue todo muy extraño. Al final obtuve los archivos, ya era un poco tarde y salí caminando muy rápido y asustado hacia una estación de Trasmilenio. En esos casos, perfectamente lo pueden matar a uno. Estaba aprendiendo.

En otro viaje a Bogotá, otra fuente anónima se comprometió a ayudarnos a hacer una entrevista en La Picota, con uno de los victimarios más importantes de nuestra investigación. Todo el día estuvimos intentando coordinar el acceso, pero esta persona nunca apareció. Al final, cuando llegaba la noche, dijo que todo estaba listo. Que podíamos ir, pero por una entrada diferente. Le agradecimos, pero determinamos que era demasiado arriesgado. Ahí cerramos nuestra investigación.

Las recomendaciones son muchas. Pero creo que las principales son:

• Tener un medio y editor que te respalde. Esto facilita mucho el acceso a la información, al debate de ideas, tomas de decisiones y a la protección del periodista, ya que tienes alguien al cual se le puede estar informando de cada uno de los pasos que das.

• No hablar mucho del tema en otros escenarios ni con personas que no sean de confianza. No se sabe quién te pueda estar escuchando y esto luego puede traer problemas.

• No exponerse más de la cuenta. Todos los periodistas sabemos cuando estamos cruzando la línea roja. Algunos, deciden hacerlo y salen victoriosos. Otros, no tanto. Ninguna investigación vale la vida.

• Estar asociado, agrupado o vinculado a algún gremio de periodismo. Organizaciones como Consejo de Redacción y la red tan potente que maneja en todo el país, es trascendental para estos casos.

 

De acuerdo con los falsos positivos de Soacha, ¿en tu investigación encontraste algún modus operandi de estos crímenes?

Esta investigación surge justamente después de leer muchas veces lo que había pasado con el caso Soacha. Los medios nacionales y locales se centraron únicamente en este caso y como nacientes periodistas de investigación en el Cauca, nos preguntamos sobre casos similares en nuestra región. Encontramos varios, pero decidimos irnos por el “Caso de la Comuna Siete de Popayán”. Al final, el modus operandi en general es el mismo. Engaños a jóvenes de escasos recursos, donde se les promete que pueden tener un trabajo bien remunerado en otra región del país, asesinatos y alteración de los hechos donde los hacen pasar como delincuentes o guerrilleros asesinados.

Nuestra investigación detalla un poco más este tipo de cosas. Pocos trabajos hasta ese momento lo habían hecho. Por ejemplo, se estableció cómo se “armaban” estas operaciones. Todos esos engaños. Desde lo administrativo, cuando se hacía toda la documentación, cartas, oficios para justificar el movimiento de tropas; pasando por quiénes eran los reclutadores (muchos pertenecían a la red de cooperantes que en esa época creó el señor Uribe Vélez), hasta la ejecución de los hechos. Asimismo, se reconstruye, desde las voces de algunos soldados, el momento en que fueron asesinados los cuatro jóvenes de la Comuna Siete de Popayán.

Camuflados
Foto cortesía de Andrés Córdoba 

¿Cuáles crees que son los principales consejos para entrevistar a una víctima y conseguir la información necesaria sin llegar a revictimizarla?

Muchos de los familiares de las víctimas siempre están cansados que llegue gente de distintas organizaciones a preguntarles sobre lo que pasó, sin recibir nada a cambio. Cualquier tipo de acompañamiento, algo, con esos nos encontramos. Familiares que decían que íbamos a hacer lo mismo que otras personas. Entrevistar y marcharse, y que ellas se quedarían ahí, solas, sin obtener nada a cambio.

Tuvimos que trabajar mucho para ganarnos su confianza y convencerlas de que todo lo que encontráramos, sería un aporte a la verdad, que para ellas, en ese momento, era tan difusa. Decidieron ayudarnos.

Tal vez lo importante en estos casos es ganarse su confianza, estrechar los vínculos. Ser constante con ellas para eso. Ir y conversar una, dos, tres o más veces, incluso, de otros temas. Hay que dejar de verlas solo como objetos dadores de información. Cuando culminamos nuestro trabajo, ellas fueron las primeras personas en verlo (también hicimos un sencillo documental) y leerlo. Fue algo duro para los familiares, pues había muchas cosas que desconocían y que gracias al trabajo entendían. Creo que gracias a este trabajo, ellas, de alguna manera, pudieron descansar.

 

¿Podemos esperar algo nuevo en la reimpresión del libro?

La editorial de la Universidad del Cauca se interesó en nuestro trabajo y desde el 2015 comenzó el proceso de evaluación, correcciones, diagramación e impresión. Para el mes de agosto de 2016 estuvo listo y se hizo el respectivo lanzamiento en compañía de los familiares de las víctimas. Las reimpresiones en estos casos no traen nada nuevo. Solo es el interés de la editorial debido a la buena acogida del texto. Sin embargo, a raíz de esto, se planteó trabajar en una segunda edición donde se pueda incluir algunos capítulos más, pero esto ya es un proyecto para el 2020.

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