La región de El Naya, Valle del Cauca, se transforma en la autopista de la cocaína en Colombia
En este trabajo de investigación, que se traduce en un documental de 20 min, dos periodistas de ¡Pacifista!, como parte del Proyecto Coca, se introducen en las profundidades de la selva pacífica colombiana, para desarrollar este trabajo que los llevó a lo largo de un intrincado recorrido de 120 km, por la increíble ruta “oculta” de la cocaína: El Naya.
El Naya es un camino construido hace 45 años en la mitad de la selva, que atraviesa parte del departamento del Valle del Cauca, para mover grandes cargamentos de cocaína producida en la zona, desde el propio sitio de su cultivo y producción, al filo de las montañas andinas, hasta las orillas del mar, donde es embarcada por los carteles de la droga, rumbo a los Estados Unidos, el principal mercado de la producción de cocaína colombiana.
El proceso de la cocaína empieza en esta planta de coca que se vende en los semilleros a 400 pesos. Foto: Jaime Barbosa.
El equipo de investigación se adentra en esta inexpugnable zona colombiana, donde no llega el poder del Estado, y el cultivo de coca reina como el único medio capaz de dar subsistencia a los campesinos, empobrecidos luego de 50 años de enfrentamientos con la guerrilla y por las duras condiciones que impone la selva.
El Naya constituye hoy en día, una de las rutas más productivas de tráfico de cocaína en el mundo, sin embargo, nadie habla de ella, ni aparece en los mapas de rutas de narcotráfico conocidas.
Esta fue la ruta que hizo ¡PACIFISTA! del Naya al Pacífico. Ilustración por Melissa Vásquez.
Este es un relato crudo y duro que muestra de cerca, el proceso de producción de la cocaína, presenta además, la dramática realidad que se vive en esta zona de Colombia, donde la pobreza y el abandono estatal, lleva cada vez a más habitantes a incursionar en este cultivo, una larga cadena de producción de la cual son el eslabón más vulnerable, que apenas recibe lo suficiente para sobrevivir, calculado en menos de un salario mínimo.
La investigación llama a reflexionar sobre las terribles consecuencias del narcotráfico en la sociedad colombiana. Un llamado a generar un verdadero interés para conversar sobre las causas y las posibles soluciones a esta situación y sus nefastas consecuencias sociales que impiden un mejoramiento en las condiciones de vida de sus habitantes y, un verdadero desarrollo sostenido en el tiempo.
Las mulas hacen dos viajes semanales por los caminos de trocha que comunican la región de El Naya. Foto: Jaime Barbosa.
Aunque es cierto que el Proceso de Paz, firmado en el 2017, contempla la sustitución voluntaria de cultivos y ayudas para los campesinos, también es verdad que estos incentivos aún no han llegado a El Naya.
En el siguiente video puedes ver el documental:
Para entender un poco mejor cómo pudo el equipo de ¡Pacifista!, vencer las dificultades que presenta un proyecto con esta temática, en una zona de escasa infraestructura y seguridad nula, entrevistamos al equipo Editorial, quienes compartieron algunos detalles sobre la realización de este trabajo, sin embargo, por razones de confidencialidad con las fuentes, resumieron las tres primeras preguntas con una respuesta general. Estas son:
¿Qué tipo de permisos se necesitaron para realizar la ruta del Naya y filmar todo el proceso de producción de la coca?
¿Cómo manejaron el tema de las conversaciones con los productores de coca?
¿Cómo se arregló la visita al laboratorio?
¡Pacifista!:
Las tres primeras preguntas van un poco al detalle de una cosa que al equipo editorial le tomó mucho tiempo y esfuerzo construir. Fue un proceso de conseguir a las fuentes, establecer relaciones con ellos y tener acceso con ellos en el terreno. Este proceso tomó más de un año, pero por compromiso de confidencialidad no podemos dar más información.
La reportera persiguió consistentemente los contactos durante más de un año. Ella fue a la zona antes de grabar el documental y realizó el recorrido para preparar el trabajo de campo. En cuanto a los permisos, no hay un "acta oficial" que otorga el permiso para entrar o para hablar con esas personas, sino que son cosas que se construyeron basadas en relaciones de confianza con las fuentes en la región.
El tema de la seguridad es vital en un trabajo de investigación como este. ¿Hubo momentos de riesgo?
En términos de seguridad, esta es una zona que por mucho tiempo tuvo el acceso vedado hasta para la fuerza pública. Eso en sí mismo implica un riesgo al acceder a este terreno. También las dificultades logísticas que puede presentar esta zona por su poca infraestructura y geografía cambiante y pronunciada.
Este documental es parte de nuestro Proyecto Coca, que es un esfuerzo editorial de ¡Pacifista! en el que tratamos de abordar el tema del debate de las drogas desde una perspectiva alejada de los estereotipos, entendiendo que los productores son los eslabones más débiles de la cadena del narcotráfico y están lejos de calzar en ese paradigma del hombre opulento, rico, que anda armado, cuando realmente son personas que no tienen una alternativa distinta para subsistir que cultivar lo que tiene demanda en la región.
Mucha de la gente que cultiva coca no tiene otra opción. Ellos podrían cultivar otro producto, pero necesitan una infraestructura que no existe.
¿Cuál fue el reto más difícil a lo largo de todo el desarrollo del trabajo?
El reto más duro de la investigación fue convencer a los productores para que participaran en el documental y nos dieran la posibilidad de entrar y ver la realidad de primera mano en una zona que estaba encerrada del resto de Colombia. Mucha gente ni siquiera sabía de la existencia del Naya antes de la publicación del documental.
¿Cuáles fueron los principales aprendizajes?
El principal aprendizaje fue que las buenas historias toman tiempo, requieren de persistencia y una constante presencia en el terreno. Son historias que requieren muy buena comunicación con las fuentes, de una construcción de confianza y una persistencia a la que uno usualmente no puede aspirar cuando se enfoca en desarrollar las historias del día a día.
Otro aprendizaje que se deriva del resultado final, enmarcado en la intención de hacerle ver a Colombia que las políticas de drogas son un asunto totalmente ajeno al discurso de la guerra contra las drogas y de la estereotipación de los cultivadores, cuando la realidad, es que son personas que responden a una serie de necesidades desatendidas que el gobierno ha permitido. Esta ausencia y ese vivir a la deriva, han dejado a las personas marginadas de las políticas estatales con la única opción de desenvolverse en actividades ilegales de acuerdo con las regulaciones, pero que tienen un contexto que va mucho más allá del simple discurso de decir que las cosas están mal. Este tipo de dinámicas tienen que parar porque están haciendo daño.
Ver la realidad retratada en el documental, es la evidencia de que el problema de las drogas ha sido mal enfocado, y el discurso estadounidense de los años 70s contra las drogas ha causado daño y no se refleja en la realidad de nuestras regiones.
Muchas gracias al equipo de ¡Pacifista! por ofrecernos este espacio para hablar sobre el desarrollo de esta investigación.
Puedes leer la investigación por aquí.
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