#AsociadaCdR asesoró investigación ganadora de la Sociedad Interamericana de Prensa
Johanna fue tutora de tesis de una investigación realizada por Andrea Villamil, Nathaly Pabón y Carlos Lugo, estudiantes de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Norte. Dicho trabajo fue ganador del premio de la Sociedad Interamericana de Prensa categoría Estudiantes 2019.
La #AsociadaCdR, Johanna Muñoz, es una comunicadora social y periodista egresada de la Universidad Autónoma del Caribe. Cuenta con una maestría en Ciencia Política cursada en la Universidad de los Andes; actualmente está realizando un Doctorado en Comunicación Social y Periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona.
Me contaron los abuelos...
“Viejos cuentos de mi pueblo, reposan en mi memoria, recordando a aquellos viejos, como narraban historias” es la cita de Victor Sierra, historiador del municipio de Baranoa, que se lee en el prólogo de la investigación. A través de 5 historias, los estudiantes asesorados por Johanna Muñoz, narran el pasado de su tierra escondida tras los rostros de los ancianos y las estructuras curtidas por el tiempo.
En tiempos de posacuerdo, asesinato a líderes sociales, corrupción y demás escándalos, los estudiantes decidieron realizar una investigación de memoria cultural y social. ¿Cómo se propuso el tema y se consolidó el equipo de trabajo?
El especial es un trabajo de grado. En principio, los estudiantes tenían tres propuestas, todas estaban relacionadas con temas culturales. Al final consideraba que esta era la mejor y les dije que se pusieran a trabajar en ello. Considero que el tema debe gustarle a los estudiantes, de lo contrario será ejecutado de manera forzada.
De otro lado, pienso que este tipo de temas también hablan de nuestras costumbres y de lo que somos como región, y se convierten en material para que otros conozcan estas otras cosas que también nos representan.
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Luraco: al pie del fogón
Al detenerse el bus, los pasajeros comenzaron a murmurar. Unos con emoción, otros a manera de queja, pero un sonido se distinguía de entre todos: el tintinear de las monedas pasando de una mano a otra. Una vez las puertas del vehículo fueron abiertas, un hombre con una ponchera y una jarra con un zumo color amarillento subió, llamando la atención de los que allí se encontraban. El aroma a maíz frito mezclado con carne inundó el cerrado lugar, despertando entre los viajeros ganas voraces de devorar lo que fuera que el personaje tuviera en dicha vasija plástica. Los turistas recurrentes ya sabían lo que se encontraba dentro del recipiente, por lo que no fue extraño escuchar la pregunta que se repitió más de una vez:
- ¿Me vendes una arepa e’ huevo?
La redonda fritura a su vez daba idea del lugar en donde los pasajeros se encontraban: Luruaco, aquel municipio atlanticense famoso por la producción de dicho manjar. La crocancia externa combinada con la suavidad interior convierten a la Arepa con Huevo de Luruaco en un atractivo turístico que posee detrás una historia que se ha entretejido de generación en generación. Una receta que se ha enseñado, literalmente, al pie del fogón. Para el surgimiento de la insigne fritura habría que remontarse a las épocas donde la difunta Pabla Melgarejo fritaba en las fiestas para descifrar el origen de tan famosa receta.
Las historias de la investigación hablan de la gastronomía local, los recuerdos y festividades de los pobladores, ¿Por qué es importante narrar este tipo de temas en estos momentos de saturación noticiosa?
Como ya lo mencioné, considero que este tipo de historias también se convierten en documentos históricos sobre las costumbres del departamento del Atlántico y cómo estas se originaron en eventos que pocos conocemos. Habla de nuestra región, de nuestros municipios y de la importancia de algunas tradiciones y creencias, y el significado que tienen para sus pobladores. Por ejemplo, saber la historia de la arepa de huevo - uno de los platos más tradicionales- no es solo hablar de una delicia culinaria, es también hablar de cómo se gestan nuestras tradiciones.
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El ángel de Juan de Acosta
Cuando el sol se posó en el centro del cielo, el cementerio municipal adquirió una vibra especial. Ardía, no sólo por el calor emanando del concreto de color púrpura y amarillo, sino porque en él latía ferviente una promesa secreta: la historia de un ángel que partió pronto al cielo, y el recuerdo que aún vive en el colectivo de Juan de Acosta. La mística criatura portaba un rostro amable, de armoniosa composición, con ojos prominentes y algo rasgados, nariz pequeña y labios carmesí. Vestía una túnica color verde menta que desprendía del ser dos grandes e imponentes alas, una, de tonalidad más oscura que la otra. Su cabello era la combinación entre hebras negras y plateadas, aunque en la parte superior se alcanzaba a distinguir un leve color café que adornaba una corona de flores otoñales.
Eran pasadas las doce del medio día cuando el mármol, de dureza sin igual, dejaba vislumbrar la figura de aquel mágico ser, inmortalizado por las manos de uno de los pintores más influyentes de la historia de Colombia: Alejandro Obregón.
La narrativa de la investigación goza de una detallada descripción de espacios, olores, lugares, personas. ¿Cómo decidieron que la investigación se escribiera de ese modo? ¿Fue iniciativa de tus estudiantes o fue una propuesta hecha por ti?
Un grupo de estudiantes, con el apoyo de otros dos profesores y mi persona, ya habían ganado un premio de Economía Creativa de la DW y Revista Dinero, así que cuando los estudiantes se matricularon en mi curso y llegaron a hablar sobre el trabajo que querían hacer, me manifestaron el interés de hacer un trabajo similar. Entonces, yo lo que hice fue ordenar las ideas que tenían en un macrotrabajo. En un par de reuniones decidí con el equipo con qué historias nos quedaríamos y ellos empezaron el trabajo de reportería, que duró unos tres meses. Nos reunimos varias veces, todo con el objetivo de revisar los avances que tenían y qué tan cerca estábamos de lo que se quería. Al final, fue el compromiso y dedicación de los estudiantes lo que los llevó a ganarse el reconocimiento.
Baranoa, la santa que se creció (y se volvió a crecer)
Corría el año de 1543 cuando el encomendero Hernando de Avila (Dávila), en compañía del Fray Martín Melendro, pisaron por primera vez Paranawa, un territorio que hoy se conoce como Baranoa. Poseedor de una inmensa devoción hacia Dios, Dávila arribó a aquel asentamiento indígena con su familia, junto a quienes celebró una eucaristía en acción de gracias por la travesía que los había llevado hasta el Nuevo Mundo. Cuentan que su llegada fue el 26 de julio, día de Santa Ana en territorio español.
475 años después se ha comprobado que el dato de la fecha no es del todo verídico, pues según el difunto investigador sabanalarguero José Agustín Blanco, la llegada del encomendero Dávila se dio el 11 de octubre del año mencionado. Pero los habitantes del municipio de Baranoa se rehúsan a considerar tal hecho, pues aunque no se sabe a ciencia cierta, la historia de la celebración de dicha eucaristía bien podría enmarcar el inicio de un gran festejo alrededor de Santa Ana, su patrona. Una festividad que ya no es sólo de índole eucarística.
¿Consideras que este tipo de narrativas culturales y sociales hacen falta en otras regiones de Colombia para realizar un proceso de reconocimiento?
Por supuesto. Seguro que hay muchas historias como estas en el resto del país y que también son parte de nuestra historia como colombianos, sin dejar de lado otras que son urgentes como el tema del asesinato a líderes sociales, corrupción, posacuerdo...
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¿Cuál fue la motivación que le imprimiste a tus estudiantes para realizar esta investigación?
Lo que siempre le digo a los estudiantes es que hagan las cosas con pasión y las disfruten. Si eso existe, entonces no hay trabajo, lo que hay es un deleite, por tanto se hace de manera excelente.
¿Qué recomendaciones le darías a los estudiantes y a otros colegas para hacer un equipo de trabajo multidisciplinar?
Creo que cada quien tiene formas de trabajar, y que ha encontrado para lograr un buen trabajo. Para mí, debe existir colaboración y reconocer los talentos del otro. Cuando existe un reconocimiento de los potenciales del otro entonces todo fluye.
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