La tragedia del soñador de Nuquí, Chocó
El reportero de viajes, José Alberto Mojica, visitó Nuquí para narrar la historia de Javier Montoya, un empresario de ecoturismo, amante de la naturaleza, recientemente asesinado en su hotel, en el Chocó. Mojica narra qué significó esta historia para él, cómo afectan estos actos criminales el turismo en Colombia, y da algunos consejos sobre el periodismo de viajes, la financiación y el acercamiento a diversas fuentes.
"A Javier Montoya lo mataron de seis disparos el pasado domingo 5 de junio a las 2:20 p. m., según reportó la Policía del Chocó. Estaba en su casa, que a la vez es un hotel donde acogen a viajeros de todo el mundo –uno de los mejores hoteles del Pacífico colombiano según TripAdvisor–, en la playa de Morromico, en el norte del municipio chocoano de Nuquí. Un paraíso entre la selva y el océano –verde y azul, bravo y sereno– adonde Javier Montoya llegó hace 37 años con su hermano Alejandro buscando una vida sin afanes". (Fragmento de la crónica de José alberto Mojica)
Montoya fue aventurero desde joven, siempre soñó con su propio lugar en un paraíso como Nuquí. Estaba casado y tenía tres hijos. Siempre se preocupó por la comunidad, por el medio ambiente, y por hacer turismo responsable. Aún es incierto quién fue el responsable de su muerte, sin embargo su familia, su comunidad, y la zona, sigue resistiendo y continua con los proyectos ecoturísticos, inciativas que sustentan la comunidad, y protegen la naturaleza.
"Javier sabía que las cosas se estaban poniendo feas. Antes de matarlo –delante de la Negra, de su hijo Sebastián, de dos turistas extranjeros, de la cocinera del hotel y de un trabajador– esto fue lo único que le dijeron: “Por sapo”.
Un informe presentado por la Defensoría del Pueblo seccional Chocó, en diciembre pasado, evidenció una gravísima situación en la zona por cuenta de la avanzada y la disputa de dos grupos armados ilegales por quedarse con territorios desocupados por las Farc, tras la firma del fin del conflicto armado con el Gobierno: las Autodefensas Gaitanistas de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional (Eln).
Sin embargo, las autoridades no atribuyen el crimen ni a uno ni a otro grupo. Pero sí se sabe que entre el uno o el otro están los hombres que mataron a Javier. No fue delincuencia común ni un hecho aislado.
El informe de riesgo y alerta temprana, presentado al Gobierno Nacional –tras una inspección a los municipios de Nuquí, Juradó y Bahía Solano a finales del año anterior– comprobó la expansión y el control territorial de estos grupos armados, “que produce como resultado el confinamiento de las poblaciones, la violación de derechos humanos, el desplazamiento de dos comunidades de Bahía Solano ante la presencia de 'los gaitanistas' –en diciembre pasado– y las amenazas a los líderes sociales. Incluso, se sabe de la siembra de minas en comunidades indígenas, que no hacen parte de las zonas turísticas”. Un terror generalizado y varios asesinatos, entre estos, el de Javier Montoya.
“Tenemos mucho miedo. Con el asesinato de Javier a la comunidad le quedó un dolor muy grande. Lo único que les pedimos a esos grupos armados es que nos mantengan al margen de la guerra; y al Estado, que no nos deje solos”, dice Noelia Mosquera, profesora del centro educativo Pascual Santander." (Fragmento de la investigación)
En la crónica, Mojica alerta sobre la grave situación que vive el país en plena implementación del acuerdo de paz, y recuerda que tragedias como la de Montoya, son alarmas para que el Estado ponga atención sobre las consecuencias que vienen con el posconflicto en regiones apartadas de Colombia.
"Luis Enrique Murillo, defensor del Pueblo del Chocó, no conoció personalmente a Javier Montoya, pero sabía de su trayectoria. Visiblemente preocupado, dice: “Para la Defensoría del Pueblo, el asesinato del señor Montoya es un mensaje contundente de los grupos armados ilegales que están marcando su presencia y poderío en el territorio y que demuestran su capacidad para desarrollar acciones de terror; acciones que afectan gravemente la tranquilidad y economía de una zona, que está basada en el turismo”.
Murillo sabe muy bien que la estrategia de estas estructuras criminales es ahuyentar al turismo para que la comunidad –los pescadores, el personal de los hoteles, los lancheros– dependa de ellos y quede al servicio de sus actividades, sobre todo los jóvenes, quienes son los más vulnerables en situaciones como estas.
“El llamado al Estado es a que haga presencia integral en estos territorios abandonados por las Farc: no solo con la Fuerza Pública, sino que se garanticen la institucionalidad, los derechos de esas poblaciones, y que se contenga la avanzada y el accionar de esos grupos ilegales”, sigue el defensor." (Fragmento de la investigación)
Entrevistamos a José Alberto Mojica, reportero de viajes, cronista, subeditor de la sección 'Vida' de El Tiempo.
¿Cómo fue el proceso de escritura de la crónica 'La tragedia del soñador de Nuquí'?
Me dolió mucho escribir esta historia porque conocía a Javier Montoya, sabía de su historia, de toda su trayectoria y su papel en la comunidad, de su rol como gestor de un turismo de naturaleza, bien hecho, respetuoso de los ecosistemas, que involucra la comunidad y ayuda a la gente.
También quiero mucho a Nuquí. Es de mis lugares favoritos en el mundo, no me canso de ir, realmente es un lugar mágico. El Pacífico es un destino con alma y personalidad. Yo me logró conectar muy bien con este lugar y con su gente, por ese lado también me afectó tanto hacer este trabajo.
Noticias como estas son muy impactantes y tristes para los destinos. Los turistas se espantan, pero creo que este es uno de los mejores destinos de Colombia, de los más auténticos que tiene este país, y de los de mayor potencial. Nuquí se ha abierto camino en medio del conflicto armado, en medio de las balas, de la guerra. Allí la gente ha entendido que el turismo es una opción de vida para sus comunidades, afectadas históricamente por la violencia, por el abandono del Estado, por todo este tema de la herencia de la esclavitud, porque es población afro mayoritariamente, aunque también habitan comunidades indígenas y mestizos.
A Nuquí le ha tocado muy duro, con las uñas, pero tiene gente muy valiosa, muy berraca, que no se deja y no se permite rendirse, pese a lo que acaba de pasar con el señor Montoya, porque saben que el turismo es la mejor forma de ganarse su sustento.
Desde la estructura periodística de esta nota, yo intenté, de todas las formas posibles, blindar al destino, protegerlo, recordar lo lindo que es y lo especial, pero contar una realidad que está pasando en todo el país y que significa uno de los retos más grandes en el posconflicto. El turismo es una gran oportunidad de desarrollo para el país, y tenemos cifras esperanzadoras, pero también muchos retos, en muchos sentidos; entre estos, el tema de blindar esas zonas que antes fueron escenario de conflicto armado y que fueron abandonadas por las Farc .
Esta es una historia que intenta proponer y que tiene un tono, en medio de todo, esperanzador. Porque yo sí creo que no se trata simplemente de contar una historia trágica, sino buscar todo lo que hay alrededor de esta gente valiosa y de esas miles de familias que viven del turismo y que necesitan nuestro respaldo. Porque, como digo en mi historia, lo que buscan los malos es que los turistas no vuelvan, sembrar terror y apoderarse de esos lugares. Pasó en Nuquí y acaba de pasar en Barcelona, en cualquier lugar del mundo. Ya ningún destino es totalmente seguro y los malos no pueden privarnos de nuestro derecho de viajar.
¿Cómo llegó a convertirse en periodista de viajes? ¿Qué consejos daría a quienes quieren serlo?
Más que un periodista de viajes, yo soy un reportero. Siempre he amado viajar y siempre he tenido la posibilidad de hacer historias en terreno, que es lo que me ha formado como como periodista. Independientemente de la historia, me gusta salir de la redacción e irme para el monte a buscar historias.
Trabajo en el Tiempo hace 15 años, pero llevo 11 años en la sección 'Vida de Hoy' de El Tiempo, a la que pertenece la sección de viajes. Y allí empecé a escribir historias de turismo y de viajes, y empecé a aprender un poco y a enamorarme de esta modalidad tan bella de periodismo. Más adelante me convertí en el periodista de viajes de periódico y me dediqué al tema por completo durante más de cuatro años. Y ahora soy subeditor de la sección Vida.
A quien quiera ser periodista de viajes le diría que, antes de llegar a este campo, intente pasar por otras áreas del periodismo: por judiciales, por cultura, que pasen por todo tipo de fuentes, porque eso les va a permitir ser mejores reporteros y así podrán tener un contexto mucho más amplio, una formación y unas habilidades mucho más interesantes.
Es importante ser un reportero integral porque es que el periodismo de viajes no es necesariamente hacer descripciones turísticas: es invitar a la gente a viajar y mostrarle todo de manera integral; es interpretar los destinos, es mirar qué es lo que está pasando y que ha pasado allí. Detrás de los hoteles hay historias, hay muchas personas y muchas situaciones que están implícitos y no siempre el resultado debe ser una guía de viajes; también pueden ser historias de lo que pasa en una comunidad, de lo que pasa en una ciudad, o en un país.
He ido a muchos lugares a escribir cosas lindas de lo que me encuentro, de los atractivos turísticos, de los museos y parques; pero también me he encontrado con otras historias que no son necesariamente lindas pero que hay que cortarlas. Y por eso hay que ser un periodista integral, para darse cuenta de lo que pasa más allá de las cosas lindas.
Antes de que querer ser famosos e influenciadores, por ejemplo, luchen por ser buenos periodistas, para que le gente les crea. Para dar consejos de viajes es necesario haber viajado mucho y hay que tener mucho criterio y mucho periodismo encima. Hay que ser rigurosos, estrictos y creativos, como con cualquier fuente periodística.
Después de haber estado en muchos lugares diferentes y culturas ¿cómo logra establecer conexión con los protagonistas y fuentes de sus historias? ¿cómo acercase a la gente y crear confianza, independientemente de su cultura?
Independientemente de la de la cultura o de los idiomas, lo más importante es el respeto, la gratitud, el reconocimiento: a la señora que te sirve el café en el restaurante, a la señora que te hace la cama, al señor que te carga las maletas, al señor de la lancha, al taxista, a la señora de la plaza de mercado.
Es cuestión de respeto por el trabajo que están haciendo. Es entender que para que a cualquier turista se le brinde un servicio turístico, hay una cantidad de personas detrás. Toda una industria. Entonces, creo antes de viajar a un lugar hay que entender sobre su historia, su economía, sus costumbres, sus tradiciones. Hay que documentarse, pero también darse la libertad de sorprenderse.
¿Qué es lo esencial para un periodista de viajes?
Aparte de lo que mencioné antes –de buscar ser un reportero inquieto pero riguroso- pondría otros elementos como la curiosidad, como levantarse temprano y caminar y caminar; salirse de las rutas turísticas oficiales y folletos y buscar esas cosas que hacen que los destinos sean realmente auténticos; como las plazas de mercado o los cementerios; me encanta ir a los cementerios, a las iglesias, a los mercados rurales y de artesanías, a actividades cotidianas y lugares que no están reseñados por las guías turísticas. Si no se sale de esas guías, no se puede entender mucho más del destino. Hay que ser inquietos, ser respetuosos con la gente y muy responsables con la información que se va a recomendar. Se tiene que estar muy seguro de lo que está recomendando, porque la gente cree y viaja con las publicaciones que hacemos.
Frente a las problemáticas que se enfrenta a los lugares donde va a hacer reportajes, ¿Cuál es la posición del periodista? ¿Debe hacer algo por ayudar a la gente en cada lugar? o ¿Con lo que escribe es suficiente?
Si un artículo está muy bien hecho y habla por ejemplo de la necesidad de la comunidad y de los retos que tiene el destino -porque no todo puede ser perfecto ni color de rosa-, está muy bien. En los artículos de viajes eso la gente lo agradece. Porque cuando uno hace recomendaciones con respeto e interpreta lo bueno, lo malo y lo feo del destino, está siendo coherente y responsable con los lectores, pues no se van a decepcionar. Insisto: no todo puede ser color de rosa.
Los textos realistas también ayudan mostrando los esfuerzos, por ejemplo, del turismo comunitario. Hay que mostrar que más allá de un lugar lindo y unas playas idílicas, hay una cantidad de gente linda y trabajadora, que vive de lo que dejamos cuando los visitamos.
¿Es posible para un periodista en pensar tener libertad para escribir sobre sus viajes y al mismo tiempo financiarse?
Este es un tema muy complejo y creo que hay que aclarar que, en general, los viajes de los periodistas de medios de comunicación obedecen a invitaciones que hacen los destinos, los países, las ciudades, las agencias de viajes, los cruceros y los hoteles, solo por mencionar a algunos anfitriones. En ese orden de ideas, cuando te están invitando y te están pagando los tiquetes, el alojamiento y todo lo que vas hacer durante el viaje, de alguna manera te limita la capacidad de ir más allá de lo que te están mostrando; porque te van a llevar de la mano todo el tiempo y te van a mostrar las cosas hermosas e idílicas y no vas a tener tiempo de hacer lo que quieras.
Ahí tienes que ser muy respetuoso, porque cuando aceptas una invitación, aceptas una agenda y unos itinerarios, y salirte de ahí no tiene ninguna presentación. Financiar esos viajes es muy muy costoso y los medios de comunicación –de todo el mundo, contadas unas pocas excepciones- no tienen presupuesto para eso. Y quiénes invitan entienden que es bueno verse representados en los medios de comunicación, y saben que con las publicaciones tienen una contraprestación frente a la inversión que hicieron en con todo lo que implica llevar a un periodista a un viaje.
Entonces, creo que la libertad sí se limita un poco. Por eso hay que arreglárselas, por ejemplo, madrugando u optimizando el tiempo, o negociando algún punto de la agenda que no interese. Muchos de estos viajes incluyen visitas a centros comerciales y yo siempre le digo no a ese plan. Y les digo que, mejor, me voy a un museo o a una plaza de mercado porque todos los centros comerciales del mundo son iguales. Y aunque a muchos les interese el tema, no es mi caso.
Pero lo que no se puede limitar nunca es la independencia a la hora de escribir, eso sí no tiene ninguna negociación. Si ves algo malo o algo que merezca críticas, pues tienes que decirlo, tienes que hacerlo con respeto; y si tienes que salirte de las rutas oficiales, en algún momento, tienes que hacerlo, aunque sea difícil.
Hay unos casos muy contados de periodistas que viajan por su cuenta y no recibe ni una sola invitación y sí tienen toda la libertad para hacer y decir lo que quieren, a su estilo. Conozco a varios que así lo hacen pero son periodistas muy reputados por su experiencia y les pagan muy bien.
Pero es difícil. A los periodistas freelance y colaboradores cada vez les pagan más poquito, y muchos terminan accediendo a publicar sin pago, porque necesitan publicar sus historias; necesitan seguir vigentes en la industria para que los sigan invitando los destinos. Y eso, publicar gratis, es muy injusto.
Otro es el caso de los blogueros y algunos de los llamados influenciadores, que tienen otras audiencias y otros mercados, y que se las ingenian y hacen un gran trabajo. Hay muchos tantos a los que, realmente, les falta mundo, periodismo y credibilidad. Conozco a unos blogeros magníficos que a punta de talento y esfuerzo han logrado el sueño de muchos: que les paguen por viajar.
Mira aquí la investigación completa.
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